domingo, 19 de febrero de 2012

Haciendo de puntos una línea


Hace tiempo que no escribo, como siempre la tinta manchando otros lugares o simplemente ocupado marcando recuerdos en mi cerebro. La aventura no ha terminado evidentemente, el viaje continúa desde que comenzó en aquella isla encantada (realmente comenzó al nacer). Pero es allí donde comenzó la historia y donde pensé que iba a acabar este blog, pero ¿por qué no continuar? El viaje de la vida continúa mientras haya ganas para escribir, mientras mis dedos pulsen firmemente el teclado en una sintonía que marque esta fábula. Y es que vuelvo a viajar de una isla a otra y, entre medio, cambios de clima, aventuras y esperas en aeropuertos.  Comenzaré por donde lo dejé…
Volé de la isla en busca de la llamada “tierra de los sueños”, que resultó resquebrarse en una semana.  Iba en busca de un tesoro y en unos días cayó como un rayo y se desencadenó una tormenta de sentimientos. Sin embargo, no hay experiencia que no sirva para algo y que sirva para madurar. En una semana… mantener mi aprendizaje de inglés, mi forma física y mente, mientras resolvía una situación difícil (en aquel momento) de encajar. Esperaba quedarme un mes en aquella tierra pero, a falta de pensamientos, una moneda decidió por mí. En un torrente de lágrimas la moneda caía proporcionalmente más veces, una y otra vez, por la misma cara: “la libertad” pues eso mismo era lo que representaba su insignia. Al final de la semana tenía que embarcar en varios vuelos en un viaje que duraba varios días. Transbordos, esperas, taxis, café, checking de última hora, incertidumbre ante quedarme entre medio de los vuelos. Por suerte, me acompañaba: un libro titulado “el universo elegante” y música en mi ipod. Entre medias me llegó un e-mail, confirmándome que podía quedarme entre el camino, antes de tomar el último vuelo desde otra isla que me llevaba a mi destino final original. Una isla más grande, en donde podía conseguir parte de mis metas que no eran otras que aprender inglés. Dos meses estuve en esa isla, también mágica en donde el verde y los duendes te rodean (también la cerveza).  Debo de admitir que fue una gran estancia gracias ante todo a la amabilidad y el gesto de una vieja amiga que me guardó un rinconcito en su casa, aunque se rompieran al final las expectativas, estaré eternamente agradecido. Por otro lado, mi terquedad en aprender y encerrarme en la biblioteca para mantenerme ocupado no hubiera sido igual sin esos momentos compartidos que me brindaron compañeros, especialmente ese “ojo del tigre”.
Ocho meses fuera, quién lo diría, queriendo besar el suelo que me mostró la luz por primera vez. De isla pequeña y cálida a isla grande y fría, a mi tierra familiar, cálida por su clima, cálida por su compañía. Sigue el viaje, entre burocracias y crisis, a una tierra  ya conocida dos años atrás. De vuelta al frío para equilibrar la balanza. Vuelta a la toma de decisiones, con ayuda de la moneda y la psicología decidí que camino elegir. Como digo, burocracia académica, sesgos de percepción del que nadie se escapa (ni la ciencia), en ese trazo, que intermitentemente me dice que lo que realmente importa es la emoción. Un trazo que me tiene en una nube y que concluiré cuando llegue a su fin y comience de nuevo otro punto y aparte en el destino.
Ahora salgo frente a la incertidumbre, de un tren a un destino del que no sé si me esperará alguien o tendré que esperar una vez más en el aeropuerto, por suerte nada nuevo. Acompañándome van mi “laptop”, dos libros y más música. Al día siguiente un vuelo con una plaza que no es mía todavía. Lo que deja en el aire de nuevo el rumbo ¿habrá isla de nuevo?.
Un paréntesis de reflexiones, un tiempo que me permite escribir, de cada espacio su jugo, de cada momento su esencia y es que cada nueva experiencia te brinda la oportunidad de las que sacar algo productivo. Tan sólo hay que saber dónde mirar, cosa que no es fácil.
(…) fallos de conexión a internet, una entrada que no conseguí subir, pero que me permite enlazar lo sucedido continuando la línea temporal. ¡Sí! Conseguí viajar, a una pequeña  isla encantadora. Ya pienso que esto se vuelve una costumbre. Tampoco dormí en el aeropuerto, una llamada de última hora me salvó y más coincidencias de la vida: amigos reunidos en un mismo punto. La suerte está sonriendo: el viento sopla a favor.

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